¡Y llegó el día! Renunciar al trabajo para viajar… sola.

¡Hola! Este es un post motivacional… ¡o no! Tal vez es solo un momento “histórico” de mi vida… Solo el tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que me encuentro en la etapa de renunciar a un trabajo de 26 años de antigüedad para tener libertad ¡para viajar! Y se me pasan tantos pensamientos por la cabeza que los quería compartir con vos. Tal vez llegás acá buscando algo de claridad y desde ya te lo digo: ¡yo no la tengo! Pero llegó ese momento de mi vida que tanto busqué y quiero compartirte mi proceso y cómo llegué hasta dónde estoy hoy.

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¡Chau! ¡Me fui!

Un poquito de historia.

Si leíste este post, yo empecé a “viajar” con 28 años. A los 31 decidí conocer Brasil, donde había nacido pero país del que me había ido a los 6 años. Mi idiosincrasia es 100% argentina, pero la realidad es que el lugar donde uno nace te marca.  Llegué allá y me acordaba de los sabores de las comidas, recordaba el olor de mi ciudad (¡olor a industria! jaja), escuchaba un tema de Toquinho y me ponía a llorar, y un largo camino de etcéteras.

Así las cosas,  decidí renunciar al trabajo e irme a Brasil y quien sabe, quedarme a vivir allá, o viajar por un tiempo largo al menos. Corría el año 2008. Pero me faltaba experiencia viajera, me dio miedo, me pareció que mi vida era más fácil en Argentina y ese viaje resultó «sólo» en unas vacaciones de 65 días (y nunca renuncié). Me volví porque decidí que era mejor tener un buen trabajo con 40 días de vacaciones y que, finalmente, viajar 40 días al año estaba más que bien. Y regresé a mi trabajo de siempre y por 10 años fui muy feliz con mi decisión, viviendo en Rosario.

Pero luego de esos diez años me encontré queriendo repetir la historia. O terminar lo que aquella vez no había logrado. Algo en mí seguía movilizado, continuaba pensando que vivir viajando era mi pasión. Y decidí empezar mi sueño tramitando la ciudadanía italiana, con el objeto de tener más recursos para viajar por más países.

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En 2008 también fui moza. Fue en Arraial D´Ajuda ¡y fue muy divertido!

¡Me siento en loop!

La historia se repite… ¡Renuncio y me voy! Pero… ¡Que difícil es dejar todo! Un trabajo de 26 años, ¿te imaginás lo que eso implica? Un trabajo bueno, estable, donde hoy ya tengo casi 60 días de vacaciones al año, un buen sueldo (bueno, para Argentina) y mucha, mucha estabilidad.

Tanto miedo me da dejarlo, que durante estos dos años pedí licencia sin goce de sueldo. ¡Re tibia la piba! Por dios, ¡Jugátela de una vez!

Bueno. Llegó el momento. Ahora sí. Después de unos meses de “prueba”, finalmente, a fin de mes voy a renunciar al trabajo. ¡Y empieza la aventura!

El camino fue largo.

Pero no llegué acá de la noche a la mañana. Yo tuve dos momentos que recuerdo como “reveladores”: uno fue una especie de sueño donde estaba en una playa, y yo era dueña de un bar sobre la arena, con mucha música y lleno de libros y pensé: ¡quiero eso! Y el otro fue una clase de biodanza, donde descubrí que yo no quería estar todo el día en una oficina, y que quería una vida más en contacto con la naturaleza. Eso fue hace 3 años. A partir de ahí decidí hacer los papeles de la ciudadanía y luego vino la pandemia y el sueño se hizo eterno, nunca llegaba. Pero la decisión seguía firme.

La etapa donde no hacés nada porque te vas de viaje.

En 2019 y 2020 tuve una etapa donde todo era “me voy de viaje”. Me quería comprar ropa… ¡pensalo, porque luego la vas a tener que regalar! Me quise comprar mesa y sillas para mi casa … ¡pensalo porque luego los vas a tener que vender! Quise relacionarme con el sexo opuesto… ¡ah pero vos te vas! ¿de qué estás escapando? Todo queda postergado porque te estás por ir. Y hay un momento de estancamiento que hay que pasarlo. Pero se pasa. Y a esto lo he hablado con otras personas, y a muchas nos pasó lo mismo.  Y es uno de los factores que nunca había tenido en cuenta.

¿Y qué hago con mis muebles? ¿A quién le dejo mis cajas? ¡Tanto para pensar!! Al final repartí mi ropa en 19 cajas (¡mi armario parecía Narnia!), que fueron a parar a casa de 6 amigas, ¡literal! Los muebles quedaron en casa de mi hermana y de mi cuñado y me fui a Italia.

Actualmente he hecho un arreglo con otra amiga: mis muebles pasaron a su casa, y ella la alquila como airbnb, así que si vas para Rosario, avísame que te paso el dato para que te hospedes allá. 😉  Las cajas siguen repartidas por ahí, ahora son 10, no 19. ¡Me voy achicando en cada viaje!

El problema de la ropa y el equipaje.

Este para mí fue “el” tema! No quiero desprenderme de nada, como no quiero renunciar al trabajo, ¡tampoco quería renunciar a la ropa!  me encariño con todas, aunque tengan años. Y tenía muchaaaaaa. Me llevó meses resolverlo. Al final puse cosas en una caja e invité a mi familia y amigas a llevarse lo que quisieran. Hice una pequeña feria pero solo vendí 5 prendas (¡malísima como comerciante era!) y luego el “gran” tema: ¿qué me llevo de viaje? Quiero meter todo, pero al final no me aguanto el peso.

Como viajaba en invierno, llevé dos maletas y fui desprendiéndome de cosas durante el viaje. Actualmente mi ropa de invierno quedó en casa de un pariente en España y seguí con una valija pequeña y con la ropa de verano.

Y me doy cuenta que al final puedo vivir con poquísimas cosas, aunque claro, en verano.

Estoy aprendiendo que el minimalismo es algo hermoso. Hay que aprender un poco sobre prendas: comprar colores claros y fácilmente combinables. No hay lugar para el estampado en la vida del viajero, salvo que sea una remera o un vestido. Zapatillas verdes con flores como llevé en mi primer viaje, imposible de pensar.

Dejar a la familia y a los amigos.

Esta parte es la más difícil. Por suerte con los amigos es más fácil, porque las redes sociales y las video llamadas nos hacen sentir más cerca. A mí lo que más me cuesta es no ver crecer a los niños, y cuando me entero de que alguien se enferma y yo estoy lejos. 

Hoy en día tengo amigos por el mundo a los que hace más de 10 años que no veo. Perdés la cotidianeidad, pero no la amistad. Habiendo aprendido eso, me resulta más fácil poder viajar sin extrañar tanto.

Dejar la ciudad que amo (Rosario).

¡Pensé que me iba a costar más! Siempre fui ferviente admiradora de mi ciudad, a la que sigo amando y de la que siempre quiero contar alguna cosa, mostrar una canción, fotos del río o de mi kayak.

Sin embargo, hacía años que venía media peleada con el tránsito, con los incendios en la isla, con la construcción desmesurada, con la inseguridad y con el clima. Todos los años me enfermaba dos o tres veces, y hoy ya en viaje, ¡llevo un año sin siquiera engriparme! Así que realmente, no la estoy extrañando casi nada.

Empecé a viajar… Voy a renunciar. ¿Y ahora?

El camino está por escribir. Yo sé el qué, pero no el cómo. Eso lo vas a leer muchas veces en mi blog. Sé que quiero vivir viajando, viajando en verano. Al menos hoy (y desde hace varios años) quiero eso. El cómo es lo que estoy averiguando mientras viajo.

Por ahora te cuento qué fui haciendo, pero esta es una sección “en construcción”:

  • Tener unos ahorros: Durante los años donde me estuve “preparando” para este viaje, aproveché para ahorrar algo de dinero. Tener un extra es importante, porque encontrar “lo que estamos buscando” ¡lleva tiempo! Sobre todo cuando tampoco tenés tan claro qué estas buscando jaja.
  • Respecto a buscar trabajo (o cómo financiar el viaje): ¡qué decir! Yo tuve 3 trabajos en mi vida, y a todos los conseguí por contactos, así que salir a ofrecerme, a venderme, fue y es algo que me está costando ¡muchísimoooooooo!!! Pero ¡muchísimoooooooo! Sin embargo, los que conseguí fueron justamente poniendo la cara y diciendo: hola, estoy buscando trabajo, no tengo experiencia ¡pero voy a dar lo mejor de mí!

    Ya trabajé una semana como ayudante de cocina (y yo literalmente, ¡no sé ni cortar una cebolla!) y hace un mes que estoy de camarera en una pizzería (y también, sin experiencia, me está costando bastante, pero ahí sigo).

    También hice un voluntariado y me estuve postulando a otros. En Workaway hay algunos voluntariados que dicen “pay position”, donde te dan una especie de ayuda, que de ninguna manera es un sueldo. Pero ya con casa y comida, y unos euros extras, podés pasar un tiempo en algún lugar sin gastar del todo tus ahorros.

    Están también los trabajos estacionales y agrícolas, como la vendimia en Francia o los campos de Kiwi en Australia. Se puede cuidar casas, niños o animales. Si tenés menos de 35 años podés hacer algún Work and Travel. Se puede ser tripulante en un barco. Las opciones son infinitas, ¡y prometo ir escribiendo sobre ellas a medida que las vaya experimentando!

    Busqué mucho, mucho, demasiado por los buscadores de internet. En Málaga llegué a mandar 200 CV. De cosas tan variadas como de dependienta en librerías y casas de deportes, recepcionista de hoteles, auxiliar administrativa, camarera de pisos, cajera de supermercado, camarera en hoteles, secretaria de estudio jurídico, acomodadora en espectáculos y secretaria en una clínica capilar.

    Creo que el tema laboral depende muchísimo de cada uno. De la capacidad de venderse. Hay quienes llegan y consiguen en el mismo día, y otros que tardamos más. Para mí es algo nuevo, por eso me cuesta tanto. Lo que estoy buscando es encontrar modos de poder vivir por temporadas en lugares determinados, trabajar dos o tres meses y seguir.

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Repartiendo CV

¿Qué implica renunciar para mí?

Implica que cambio un trabajo de estabilidad, donde todo está pautado y puedo tranquilamente llegar a la jubilación allí, por una vida nómade, más inestable, al principio seguro que con trabajos más duros y en los cuales no tenga experiencia. Significa entrevistas cada dos por tres, pasar horas en internet mirando cómo seguir, viendo a veces Infojobs, otras Workaway otras couchsurfing. Significa cambiar de hogar cada dos por tres, significa tener una mochila liviana porque el cuerpo ya no soporta mucho peso.

Significa tener una indecisión que no vieras. Si siempre fui indecisa, ahora ¡ni te cuento!

Pero a la vez, ¡DA UNA LIBERTAD TREMENDA!

La verdad que la falta de libertad nos ordena. Saber qué vas a hacer todos los días resulta más fácil que tener mucha libertad. Porque hay que saber gestionar la libertad, ¡no es fácil!

Pero es hermoso.

Un mundo de posibilidades se abre.

Cuando empiece agosto podré seguir en Málaga, trabajando en un bar media jornada, viviendo en mi piso compartido, o mudarme más cerca del centro, o puedo ir a hacer un voluntariado a un hostel en Granada o Malta. La decisión está en mis manos. Mi destino está en mis manos. También podría ir a Tailandia o Tanzania, ¿y porque no a Georgia? Bueno, ahí no porque seguro que hace frío. Pero hoy el mundo es mi posibilidad.

Vientos de cambio.

Una era de cambios se avecina, y quiero que ello traiga mucha información para compartirte por acá. Renunciar, elegir dejar todo para irse de viaje ¡y sola! es una decisión difícil y seguramente estés en ese proceso y leyendo historias que te puedan inspirar.

Yo ya me siento un pasito más adelante, pero con mucho camino por recorrer a partir de ahora! ¡Deseame suerte! 😉

Así que todo lo que quieras saber, compartir, preguntar, ya sabés…¡estoy a un click de distancia!

Nos vemos la próxima semana, donde te contaré ¡sobre Málaga! ¡Abrazo viajero!

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Besitos, besitos ¡Chau! ¡Chau!

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    2 comentarios en «¡Y llegó el día! Renunciar al trabajo para viajar… sola.»

    1. Ayyy!! felicitaciones por el gran salto!! seguramente cuando cierres esa puerta, muchas otras se abrirán. Te deseo lo mejor en esta etapa Sue! 🙂 aquí te leo!

      1. ¡Hola Gilda!!! ¡Muchas gracias! ¡Gracias por comentar y por los deseos! Espero que así sea, yo tengo mucha ilusión de ello!! A ver si nos cruzamos en alguno de nuestros viajes!! Te mando un gran abrazo!

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