Mi viaje a San Juan por la Ruta 40

Hay viajes que todos deberíamos hacer una vez en la vida. Uno de ellos es el recorrido por la mítica Ruta 40. Por supuesto que hacerla entera es para unos pocos afortunados, pues la ruta recorre 5194 km, requiere de tiempo y también que te guste ese tipo de viajes, pues puede ser un poco agotador. Pero si la vas haciendo de a tramos, te puedo asegurar que los paisajes ¡te van a dejar sin aliento!

En esta ocasión te voy a contar el pedacito de ruta que hice con mis amigas cuando fuimos a San Juan. Aquella vez solo teníamos 4 días, por lo que, cuando planeábamos el viaje, decidimos que íbamos a contratar dos excursiones de jornada completa: una a Barreal, donde está el observatorio y el cielo más claro del mundo  y la otra a  Ischigualasto o Valle de la Luna. El resto de tiempo que nos restaría eran dos medios días, con lo cual conoceríamos la ciudad de San Juan y el dique Ullum, que está a pocos kilómetros de la ciudad.

Por suerte el destino tenía otros planes.

Día 1: San Juan - San José de Jáchal

Llegamos a San Juan a la mañana y nos fuimos directo a la dirección de turismo. Nos atendieron como si fuéramos las únicas turistas en todo San Juan, la buena onda de los empleados es de destacar, ya que no ocurre siempre así. Nos contaron que cada excursión de día completo salía alrededor de $ 5000, pero luego nos sugirieron:  -¿No pensaron en alquilar un auto? Eureka, dijimos al unísono, ¡nunca se nos había ocurrido y es lo que más nos gusta!

Así que salimos a la aventura de conseguir un auto, en plena puna y a la hora de la siesta. Fue difícil, pero lo conseguimos en AVIS, aunque recién para las cuatro de la tarde. A esa hora un tal Iván nos daba las llaves, y felices como perro con dos colas, ¡partimos con destino a Jáchal!

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“Nuestro autito”, el de Avis.

La Ruta 40 en San Juan tiene la particularidad de atravesar la ciudad en forma de avenida, llamada Guillermo Rawson. O sea que una vez que salimos de ella, ya estábamos viajando. La ruta está en perfecto estado y las montañas peladas son las grandes protagonistas (en realidad, de toda la Ruta 40). Este tramo dura aproximadamente dos horas y media, pero nosotras bajamos un par de veces a sacar fotos, (especialmente con el mítico cartelito) así que tardamos un poco más. Como salimos muy tarde, nuestra excursión del día fue el viaje en sí.

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¡Ruta 40, baby!

De repente fue cayendo la tarde y el cielo se fue tiñendo de un rosado  a un lila oscuro, aparecieron los contraluces, luego las primeras estrellas y con ellas apareció el cartel: ¡llegamos a San José de Jáchal!

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Llegando a Jáchal

En Jáchal decidimos que haríamos noche, para seguir al día siguiente con destino al Parque Provincial Ischigualasto. En este pueblo pintoresco solo pudimos cenar y descansar, para arrancar bien temprano al día siguiente. Alrededor de la plaza principal hay varios bares muy bonitos, así que cenamos en uno de ellos, entre risas y cervezas, felices del vuelco que había dado nuestro viaje.

Día 2: Jáchal - Ischigualasto - Baldecitos

Cuando nos levantamos, el calor que hacía era impresionante. Antes de partir pasamos por el supermercado y nos aprovisionamos como para dos días, sin saber lo importante que esto sería. Compramos sobre todo mucha agua, algo que te aconsejo, porque uno está viajando en el desierto.

Nuestra idea era parar en Baldecitos y hacer el paseo nocturno en el Valle de la Luna, aprovechando que llegamos justo en luna llena. Nos entusiasmaron en la casa de la cultura diciéndonos que allí hay una cuestión energética, y que se aprecia mucho más en la excursión nocturna.

Al ratito de arrancar ya salimos de la ruta 40, para ingresar en la 150. Es una ruta nueva, el camino es una belleza, y está en perfectas condiciones. Pero el calor en la ruta era agobiante, y el paisaje ¡sin árboles ni sombras! Habíamos decidido que íbamos a parar en el camino a almorzar debajo de algún árbol… ¡ilusas nosotras!  Sólo conseguimos parar en un par de miradores a sacar fotos y para luego seguir viaje.

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Uno de los túneles. Los amamos, ¡son súper modernos!
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Acceso al parque Provincial Ischigualasto. Con un dinosaurio que te da la bienvenida.

Baldecitos en nuestra imaginación era un pueblito del estilo de Jachal, tal vez más pequeño, pero el típico pueblo con su plaza principal y su iglesia. Y en cambio lo que encontramos fue esto:

¡Era un caserío!  ¡Suerte que de los dos únicos parajes que había, en uno había disponibilidad!

Parque Provincial ischigualasto

Y llegamos al Parque Provincial Ischigualasto.  Decidimos hacer las dos excursiones: la de las 17 hs y la de la luna llena. En total duran tres horas, ambas se hacen en auto, en modalidad caravana y con guía. Se recorren 40 km pasando por cinco estaciones, que son: “el valle pintado”, “la cancha de bochas”, “el submarino”, el museo Dr. William Sir y “El Hongo”. El parque, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000, tiene una gran importancia geológica y paleontológica, con un abundante registro fósil, que se puede apreciar sobre todo en el museo.

Disfrutamos mucho todo el paseo, sacamos mil fotos y en el museo (centro de interpretación) vimos fósiles reales y nos explicaron cómo trabajan en su conservación.

Terminamos la tarde súper felices con la excursión, y esperábamos ansiosas la nocturna pero… ¡oh sorpresa! Se había llenado el cielo de nubes, así que se suspendió. Ok, dijimos, ¡Otra excusa para volver! Y de paso conocer el parque de Talampaya que está apenas a 75 km!

Día 3- Baldecitos - Rodeo.

A la mañana desayunamos en el único lugar posible en Baldecitos: el bar ubicado al mismísimo lado del hospedaje. El bar-bodegón es uno de esos lugares que son un sueño para los viajeros, con riquísimo café y medialunas caseras, con una señora que quisieras que te adopte pero que en nuestra chata mente de bichos de ciudad nos preguntamos cómo puede vivir en un lugar tan desértico y desolado. Pero la señora puede, y es más, lo elige.

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El bar de Baldecitos.

Otra vez con la panza llena partimos de vuelta hacia Jachal, con la idea de cargar nafta y seguir  hasta Rodeo, donde pasaríamos la noche. 

En Jachal tuvimos un pequeño incidente, ya que revisando el aceite nos dimos cuenta que la tapa no estaba puesta, y el líquido elemento se derramó entero!!! Así que tuvimos que esperar un par de horas para que Iván nos cambiara el auto. Un genio, ¡se vino desde San Juan un domingo de feriado! Ya con nuestra nueva movilidad, seguimos viaje.

La ruta que va de Jachal a Rodeo, ¡no es para nada parecida a la 150! Debo confesar que odio los caminos de cornisa, y a base de muchos viajes he logrado mitigar mi miedo, pero este camino me devolvió la sensación. Rodeo tiene el famoso dique “la cuesta del viento”, y el camino le venía haciendo honores con creces, el clima había cambiado radicalmente, y el viento ya se sentía fuerte. Así que eso incrementaba mis nervios más aún. En algún momento del viaje habíamos pensado en hacerlo de noche, por lo que yo iba agradeciendo que eso no hubiera sucedido.  

Por fin llegamos al lago, ya casi al atardecer. El viento soplaba intensamente y se estaba viniendo la noche, así que solo pudimos disfrutar unos momentos allí, y seguimos camino. Pero nos encantó su color verde esmeralda, con sus corderitos blancos generados por el viento.

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¿Ya les dije que odio el frío y el viento?
!Libre soy, libre soy!

Ya en Rodeo, nos contaron que en el dique a la mañana el lago es un espejo de agua y que la gente aprovecha esas horas para practicar kayak. Pero pasado el mediodía comienza a cambiar y a soplar el viento. Es por ello que este dique es considerado la meca del kitesurf y del windsurf, pero por desgracia para nuestras vistas, aún no era época de practicar este deporte.

De la zona poco conocimos, pues solo pasamos la noche. Pero disfrutamos mucho lo que pudimos apreciar: un pueblo lleno de álamos, una avenida interminable, montañas que cambian de color con la luz del sol y por supuesto, su estrella, el lago.

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Va cayendo la tarde y los colores y los contrastes aparecen. Es mi momento preferido del día.

Día 4: Regreso a San Juan

Al día siguiente, nos tocaba el regreso. El camino que elegimos para volver fue la ruta N° 149, que pasa por Las Flores y por los Baños de Pismanta, que llega hasta Barreal, y que termina en Uspallata. Pero nosotras solo pudimos recorrerlo hasta el desvío que nos llevaba de vuelta a San Juan, así que nos quedamos con todas las ganas de recorrerlo entero. Por eso el deseo se convirtió en promesa, ¡espero pronto poder hablar sobre ello!  

Este viaje, si de temperaturas se trata,  creo que fue el más irregular de mi vida. Arrancamos en 25 grados, llegamos a 35, luego bajó a unos 10 y ahora emprendíamos la retirada con temperaturas bajo cero! Dicen que así es San Juan, ¡variable! Y yo que pensaba que Rosario era de extremos, ¡no entendía nada!

Como decía, ahora ya estábamos en temperaturas  grados bajo cero, y a poco de andar vimos unos copos de nieve!! Así que mis amigas se bajaron y yo desde el auto les saqué fotos! Lo confieso: me gusta más transpirar a lo loco bajo 35 grados sin árboles, que tocar un copito de nieve.

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Paula, que es del team invierno, posando con los copos de nieve.

El regreso fue un sinfín de climas pero todos fríos. Lluvia, aguanieve, lluvia, aguanieve… y así fuimos volviendo a la Ruta 40 y llegamos a San Juan. De a ratos estábamos a más de 3000 metros, y el paisaje era increíble. Escuchando mucha música de ruta, fuimos regresando a la ciudad entre risas y cantos.

Llegamos justo a tiempo para devolver el auto, almorzar y tomar el ómnibus de vuelta a Rosario. Fue un finde aprovechado al máximo, superó ampliamente nuestras expectativas y nos dejó con ganas de más.

Antes de irme, te quiero dejar un consejo: cuando yo dispongo pocos días para viajar y quiero ir a un lugar que esté a más de cuatro horas de distancia de mi ciudad, aunque pueda hacerlo en auto elijo el ómnibus. Así, compro un pasaje nocturno y descanso durante la noche, llego fresca como una lechuga y me queda el día entero para disfrutar. Eso fue lo que hicimos en este viaje, y alquilar el auto cuando llegamos fue un gol de media cancha. Los viajes largos cansan y si tenés que conducir doce horas solo para llegar a destino, se desaprovecha mucho el tiempo.  

Espero que este relato te haya gustado y que también te deje con ganas de conocer esta provincia tan atrapante.

¡Nos vemos en las rutas! ¡Abrazo viajero!

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